Coxiella burnetii (Fiebre Q) – Interés en patología humana, animal y contaminación ambiental: Diagnóstico molecular (PCR)

 

Información 25-03-2018.

La fiebre Q es una zoonosis de distribución mundial, causada por la bacteria Coxiella burnetii, que afecta a diversas especies animales y de modo accidental al hombre. El término fiebre Q se acuñó para referirse a una enfermedad febril observada originalmente en trabajadores de mataderos en Australia, y que se ha adaptado a la medicina veterinaria, a pesar de presentar otro cuadro clínico en animales, donde el término correcto sería coxielosis. Entre los animales, afecta especialmente a rumiantes parturientas, aunque C. burnetii  también infecta a animales domésticos como los gatos y una gran variedad de animales silvestres. En los humanos, lQ fever occurs more frequently in persons with occupational contact with high-risk species.a fiebre Q es más frecuente en personas que tienen contacto de trabajo con especies de riesgo. Es una enfermedad muy contagiosa, generalmente los humanos adquieren la fiebre Q al inhalar aerosoles o polvo contaminados, y la inhalación de un solo organismo puede causar la infección. De presentación clínica muy variada, la fiebre Q constituyeQ fever has a highly variable clinical presentation in humans, ranging from a self-limiting influenza-like illness to pneumonia, hepatitis, and eConstituy una enfermedad sistémica que incluye desde una infección asintomática o un cuadro gripal leve, hasta neumonía, hepatitis y endocarditis.

La bacteria Coxiella burnetii que es un bacilo gramnegativo de pequeño tamaño (0,3-1,0 μm) que se multiplica exclusivamente en el interior de células eucariotas. Sobrevive a largo plazo en las vacuolas ácidas (pH 4,8) de macrófagos y monocitos, inhibiendo la actividad fagolisosómica y los mecanismos de apoptosis celular. Fuera de las células, forma unas pseudoesporas metabólicamente inactivas, responsables de su extrema resistencia a variaciones ambientales y condiciones físico-químicas. Además, C. burnetii presenta dos formas antigénicas de gran utilidad en el diagnóstico de la fiebre Q. Su lipopolisacárido (LPS) experimenta cambios que dan lugar a variaciones de fase en el antígeno y se emplean para distinguir serológicamente los estados agudo y crónico de la enfermedad mediante detección de anticuerpos frente a fase I o fase II. El antígeno de fase I corresponde a microorganismos virulentos con LPS liso y el de fase II a microorganismos avirulentos con LPS rugoso.

C. burnetii tiene una Distribution is worldwide (except New Zealand) and the host range includes various wild and domestic mammals, arthropods, and bird  distribución universal, con excepción de Nueva Zelanda, y la gama de hospedadores incluyen diversos mamíferos salvajes y domésticos, los artrópodos transmisores, peces y aves. La epidemiología de C. burnetii es compleja y existen dos patrones principales de transmisión: en uno de ellos, el organismo circula entre los animales silvestres y sus ectoparásitos, sobre todo las garrapatas, y en el otro, se transmite entre los rumiantes y animales domésticos, independientemente del ciclo de los animales silvestres. La infección en la naturaleza se mantiene y se transmite por las garrapatas (Ixodid and argasid ticks can act as reservoirs of the organism.Ixódidos y Argásidos), que actúan como principal vector y reservorio debido a la transmisión transovárica a su descencedencia. En el ciclo doméstico, el ganado vacuno, las ovejas y las cabras son los reservorios animales más frecuentes y la fuente más importante de infecciones humanas, considerándose la enfermedad enzoótica en la mayoría de las zonas donde hay ganado. Otros animales domésticos o peridomésticos pueden estar infectados por C. burnetii, incluidos los caballos, cerdos, camellos, conejos, perros y gatos. Estos últimos pueden explicar la aparición de epidemias urbanas.          

La infección en los animales es habitualmente subclínica, pero puede causar anorexia, aborto tardío y otros problemas de reproducción. La infección experimental en gatos causa fiebre transitoria, apatía y anorexia de varios días. En los rumiantes, se ha implicado a C. burnetii como causa de infertilidad y de aborto esporádico por placentitis necrosante. En estos animales, las lesiones macroscópicas son inespecíficas, y el diagnóstico diferencial debe incluir agentes infecciosos y no infecciosos que causen aborto. Se considera que durante la gestación se produce la activación de la infección, que puede causar abortos, especialmente en el ganado caprino y ovino, e infertilidad, metritis y mastitis en el ganado vacuno. El porcentaje de abortos es mucho más elevado en el ganado caprino, donde además los animales pueden volver a sufrir abortos en la siguiente gestación. Los mamíferos infectados eliminan el microorganismo resistente a la desecación en la orina, heces, leche y, especialmente, a través de los productos relacionados con el parto. C. burnetii se localiza principalmente en el útero y en las glándulas mamarias de las hembras de los animales, la infección se activa durante la gestación, de modo que en la placenta se encuentran altas concentraciones del microorganismo (> 109 bacterias/g de tejido). Debido a ello, el mayor riesgo de transmisión se produce durante el parto por inhalación, ingestión o contacto directo con los fluidos del parto o la placenta. Durante el parto el germen se dispersa en forma de aerosol y se deposita en el suelo. Como puede persistir viable en el suelo, a partir del mismo y durante varias semanas pueden generarse nuevos aerosoles contagiosos. Las garrapatas también pueden actuar como vector de la enfermedad entre los animales domésticos.

Los seres humanos contraen la fiebre Q principalmente por inhalación de aerosoles o polvo contaminados con pseudoesporas de C. burnetii a partir de los productos de desecho de animales infectados. La enfermedad se presenta principalmente en personas que tienen contacto con vacas, cabras, ovejas, o gatas parturientas, fundamentalmente en áreas con actividad animal como granjas lecheras, ranchos, explotaciones ganaderas y mataderos, así como centros médicos veterinarios. Como resultado de la inhalación de pseudoesporas, se produce afectación de las células alveolares y diseminación sanguínea. También, se admiten otras vías de contagio como la ingestión de productos lácteos crudos contaminados, la exposición profesional y manipulación de animales contaminados y, esporádicamente, se ha documentado la transmisión interhumana mediante la transfusión de sangre infectada o la infección congénita por vía transplacentaria. También, se cree que C. burnetii puede transmitirse por vía sexual y a través de piel, y se han descrito algunos casos de fiebre Q tras picaduras de garrapatas.

El diagnóstico de fiebre Q en humanos debe considerarse en los casos de fiebre de origen desconocido, especialmente si el sujeto ha estado en contacto con mamíferos probablemente contaminados. La presentación clínica es muy variada e incluye formas graves con un mal pronóstico. Determinados factores del huésped, como la presencia de una enfermedad subyacente y la inmunidad mediada por células, juegan un papel decisivo en la expresión clínica de la enfermedad. La infección por C. burnetii en humanos es a menudo asintomática, pero también puede manifestarse como una enfermedad aguda (generalmente una enfermedad autolimitada similar a la gripe, neumonía o hepatitis) o como una forma crónica (principalmente endocarditis, pero también hepatitis y síndrome de fatiga crónica). Además, la infección por C. burnetii en mujeres embarazadas puede provocar abortos, partos prematuros y muerte fetal intrauterina.

Los mejores métodos de diagnóstico microbiológico son los que permiten la detección directa de la bacteria, el cultivo celular y la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Para el diagnóstico indirecto, el método de referencia es la inmunofluorescencia indirecta (IFI), por ser muy sensible y específica. En los casos de fiebre Q aguda el diagnóstico debe ser confirmado por unos títulos de anticuerpos (IgG y/o IgM), obtenidos por inmunofluorescencia, superiores al punto de corte calculado para cada área geográfica, o bien por seroconversión. La serología continúa siendo el procedimiento diagnóstico más empleado. De las distintas modalidades existentes, la más recomendable es la basada en la inmunofluorescencia indirecta, para establecer el diagnóstico de enfermedad aguda es necesario demostrar un aumento de cuatro veces o más en el título de anticuerpos entre la fase aguda y la de convalecencia. Para establecer el diagnóstico de enfermedad crónica, con un cuadro clínico compatible, suele ser suficiente con detectar un título de anticuerpos frente a antígenos de fase I de tipo IgG igual o superior a 1:800. También es característico de la enfermedad crónica que el título de anticuerpos IgG frente a antígenos de fase I sea mucho más alto que el de dichos anticuerpos frente a los antígenos de fase II, justo al contrario de lo que sucede en la enfermedad aguda (mayor título de anticuerpos frente a antígeno de fase II, que frente a los fase I).